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Nanshan

Taiwan

El 1 de octubre de 1949 Mao Zedong frente a una multitud eufórica congregada en la plaza de Tia’anmen proclama la República Popular China, y el entonces presidente, Chiang Kaishek, escapa a la isla de Formosa, hoy conocida como Taiwán. 
 No fue sino hasta la década del ’70 que China Popular fue admitida en las Naciones Unidas. Un giro en las intricadas maniobras de la guerra fría, hizo que EE.UU. viera con buenos ojos acercarse a su anterior enemigo.  
Desde ese entonces las relaciones entre las dos orillas han sido tensas. Para China, Taiwán es considerada una provincia rebelde, por lo que es posible verla en cualquier mapa o libro de estudios, como parte integral de la gran China.
 Luego de la incorporación de Hong Kong y Macao a la soberanía China, a fines de la década del 90, China no ha claudicado en su intento de hacer volver a su redil a la díscola isla de Formosa. 
 El continente no ha cejado en insistir que su modelo, Una China Dos Sistemas, empleado exitosamente hasta ahora en las antiguas colonias británicas y portuguesas,  es posible de implementar en la rebelde Taiwán. Y sus ofrecimientos no paran.
 Una veintena de países mantienen hasta hoy relaciones diplomáticas con Taiwán, de los cuales 12 corresponden a latinoamericanos y caribeños. Paraguay, Panamá, Guatemala, son algunos de ellos. Hasta hace unas semanas lo era también Costa Rica, pero un nuevo frente chino ha comenzado a intentar aislar cada vez más a la isla en sus relaciones internacionales. Y se espera que el efecto siga.
El escenario que se abre es complejo. Taiwán es el principal inversionista en China. Por otro lado, Taiwán posee una de las fuerzas aéreas más potentes de la región, debido al constante apoyo de EE.UU. Así, es difícil pensar que China pretenda aislar totalmente a Taiwán del concierto mundial, ya que esto no haría más que forzar a EE.UU. a potenciar su presencia  en la zona.

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